Esta es la historia perfecta para romper con el mito de que las personas con autismo «no tienen imaginación», a la vez que muestra una forma diferente de aprender a jugar y a imaginar, evolución y aprendizaje.
Os presento a un niño de 7 años apasionado de los coches, de pequeño sabía todas las marcas y paseando por la calle las enumeraba. Juega con puzzles, construciones, dibuja pero no es receptivo a jugar de forma simbólica, a «hacer como si… » Hace tres años, intentamos viajar en un coche imaginario, colocando cuatro sillas colocadas como los asientos, el conductor llevaba un aro como volante, él se enfadó porque un coche siempre debe tener ruedas, cogió cuatro monedas de la caja registradora y quiso colocarlas verticalmente en cada lateral. Conseguía colocarlas, pero al sentarnos se caían una y otra vez creándole una enorme frustración. El juego acabó en un enfado.
Por aquella época, también le propuse que elaborásemos una historia inventada a través de imágenes, error mío seguramente no habérselo explicado bien, o no haberlo de alguna manera pautado. Este fue el resultado.
Ya hace tiempo que le gusta hacer historias con cubos
Ahora comparte una clase con un compañero. El comienzo fue difícil, había que darles la oportunidad en forma de tiempo, paciencia y cariño que ellos no se darían, ahora son amigos.
Su compañero se entusiasma con los dragones y la fantasía, y quiso hacer como si fuera un dragón. Convertimos una de las mesas en jaula y nuestro protagonista tenía que ser el cazador.
Después de muchos correteos, rugidos y ninguna palabra, su compañero le intentó explicar que el cazador, doma al dragón, que lo entrena y se hacen amigos (reproduciendo su película favorita «Cómo entrenar a tu dragón»). Entonces me metí en el juego y dije: «Este dragón está hambriento, ¿no te parece cazador que deberíamos de darle algo de comer?, pero… ¿qué comerán los dragones? ¿pescado quizás? Iré al río y traeré uno.»
Mi dragón se puso feliz con el pescado imaginario, lo masticó y escupió. Me resultó familiar y le pregunté porqué había escupido, me respondió que lo hizo porque no le gustaba la cabeza (idéntico a una escena de la película)
Le propuse al cazador que fuera a por más pescado al río para alimentar a nuestro dragón, se dirigió al lugar donde yo habia imaginado que era el río y cogio una cazadora, muy empeñado le sacó la capucha, botón a botón.
Todos le miramos y desconcertada pregunté: ¿pero qué haces?
Él me contesta: «Es que al dragón no le gusta la cabeza del pescado, se la estoy
quitando»
Le pedí más pescado, me dio un jersey, una chaqueta, la mochila, la goma, un coche, una pieza y todo lo que tenía a mano.
Mientras venía a darme un bolígrafo, le sugerí «puedes pescar con tu imaginación, el pescado puede ser invisible». Él me dijo «te voy a dibujar un corazón grande en la mano» y vino su compañero y me dibujó otro en la otra mano. Fin del juego.